«Sentirás saudade si en tu vida hubo felicidad». Meditamos aquellas palabras tirados en dos hamacas con flecos en la Pousada Casagrande, nuestra pulida madriguera en Volta Redonda. Pertenecían a Emiliana Casagrande, la poetisa que regentaba esta fonda de reposo con el confort de un hotel y el calor afectivo de las casas de huéspedes. Las 16 habitaciones tenían nombres de palabristas y rimadores de versos y el número siete invocaba a Gilka Machado, escritora carioca nacida en 1893, cuando Río era la capital de la República, y tildada por la belle epoque tropical de escandalosa por su lirismo a favor del gozo sexual y la liberación de la mujer. En la pared de mi cama colgaba un poema, ‘Saudade’: «¿De quién es esta saudade que mis silencios invade, que de tan lejos me viene? ¿De quién es esta saudade, de quién? (…)»*.
Teresa ocupaba el cuarto de Florbela Espanca, poeta portuguesa de vida acalorada -y casi repentina por su brevedad-, coetánea de Gilka Machado, y su texto, más exaltado, se titulaba ‘Tortura’: «Sacar la emoción fuera del pecho, ¡la verdad brillante, el sentimiento! —Y ser, después de salir del corazón, ¡un puñado, de cenizas, apenas, dispersas al viento!… ¡Soñar un verso de elevado pensamiento y puro, como un ritmo del corazón! —Y ser, después de haber salido del corazón, polvo, nada, el sueño de un momento (…)».
Un día entre semana, por azar, sin saber que era la dueña del nido, entablamos conversación con una señora que nos recordó a Betty White, la más inocentona de ‘Las chicas de oro’, aunque con el pelo pardo, casi pelirrojo. Antes de que sonara la bocina de la Kombi de IDEAIS leíamos el ‘Diário do Vale’ en la terraza y ella, encendida como un murciélago rabioso, subía con las bolsas de la compra: piñas, bananas, pan recién hecho, mermeladas, zumos, huevos de gallinas de primera… Nada más abrir sus labios perfilados con carmín nos percatamos de que no era apocada e ingenua como la de la serie. Emiliana, profesora de Lengua Portuguesa y ex concejala de Educación, dirigía la sede del Centro de Educación Superior a Distancia (Cederj)* del estado de Río de Janeiro en Volta Redonda y manejaba con tacto este establecimiento hotelero levantado sobre la antigua casa donde vino al mundo.
«São João es un barrio muy tranquilo. Queríamos abrir una residencia que funcionase como un colegio mayor, pero los clientes de corbata y maletín han ido tomando la delantera a becarios y mochileros», nos hizo saber la atlética Emiliana, que había dedicado toda su vida a contaminar a los adolescentes -y a todo aquel que pernoctara en la fonda- su entusiasmo por la literatura. Saltaba a la vista que era una mujer rebelde, sin otra atadura que la de pasar páginas, pero también debía ser comprometida y fácilmente enojadiza con las injusticias sociales, pues aseguraba que en Brasil era raro quien no había experimentado una dando la razón al dicho: «Quien no debe, tiene que temer». Sabía que la poesía ayudaba a curar espantos, a querernos y, sobre todo, a reconocernos. Y, ante los desafíos que planteaba la misión de enseñar en tiempos y lugares con semejante desmotivación y apatía, ella aseguraba que los educadores tenían que ser personas entusiastas. «Sin tesón no hay solución», dictaba.
En la posada trabajaban cinco mujeres -¿un guiño feminista de Emiliana?- y el punto de reunión era el comedor, pegado al punto de conexión a Internet y a la escalera de caracol que conducía a la biblioteca, a la mesa de billar y al gimnasio. Un piso por encima estaban nuestros dormitorios y el porche en el que tomábamos los primeros rayos de sol. La mayoría no coincidía, ya que funcionaban con turnos para que durante las 24 horas hubiera siempre alguien en recepción. Marceleine, una de las desveladas guardianas del albergue, tenía ese punto de cordura y locura imprescindible para plantar cara a la vida. En su caso, la procesión iba por dentro. Marcel, como la llamaban, estaba recién entrada en la treintena, tenía tres hijos, más empuje que las aspas de un molino y una sonrisa de esas que florecía como abril y que perduraba más que la espiral de un torbellino. Arrolladora, pujante y muy ingeniosa, como el perfil que buscaba IDEAIS en el curso de Empreendedorismo. Enviudó con 28 años, el único episodio negro de su vida que la entristecía y que aceptó como una cruz del destino. En su caso ser emprendedora no era una opción sino una obligación. También se destapó como una conversadora nata. Podía pasarse horas divagando sin llegar al aturdimiento, especialmente con el doctor Marcos, juez de familia de Río con el que tenía discusiones variopintas. Con ellos se juntaban el hambre y las ganas de comer (…). # Extracto de ‘La Curva de los Pirilampos’ (‘Amarás América’, 2014).
* Texto incluido en el libro ‘Velha poesía’ (1965).
* Institución académica que, en consorcio con las seis universidades públicas de Río, el Gobierno del Estado y los ayuntamientos, ofrece formación especializada a miles de alumnos de la región sin cursos presenciales.