
Soren Peñalver en la conferencia sobre Sor Juana Inés de la Cruz en el Museo Ramón Gaya. 9/12/2014 Murcia. Foto: M. M. G.
Siempre es un gran estímulo el susurro poético de Soren Peñalver. De nuevo, con su nervio indominante, su verbo sutil y su presencia helénica, la figura de este cantor nuestro se hizo relevante anoche entre los paisajes de Sofía Morales, en el Museo Ramón Gaya, donde nos hizo saber todo lo que no sabíamos de Sor Juana Inés de la Cruz, una de las grandes mujeres de la historia, y tal vez la mexicana más universal. Soren nos presentó a la mística mundana (en filosofía y estilo) y epicúrea que le marcó en su pre-adolescencia, un personaje que tuvo muchos enemigos («sobre todo hombres y mediocres escritores»). Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana nació en la Nueva España, en un pueblo de México, en 1651, y falleció víctima de una epidemia apenas 44 años después en la Ciudad de México. Octavio Paz dedicó una de sus obras más relajadas e inspiradoras a Sor Juana Inés de la Cruz, un volumen titulado ‘Las trampas de la fe’, que Soren exhibía en su mesa del Ramón Gaya con unas rosas y fotocopias del poema ‘La fantasía amorosa produce libertad’: ‘Detente, sombra de mi bien esquivo, imagen del hechizo que más quiero, bella ilusión por quien alegre muerto, dulce ficción por quien penosa vivo (…)‘. Nos recordó Soren, en pequeños interludios, algunos episodios de su memoria, aquel viaje relámpago que realizó en tren rodeado de ‘ippies’ (hippies) de Londres a París en 1971 con José Francisco Abellán de Correas y el encuentro con Pablo Neruda, donde Soren le preguntó por Octavio Paz a propósito de su dimisión como embajador de México en La India, tras la matanza de Tlatelolco en 1968, a lo que Neruda respondió irónico que Paz era un gran ensayista… Soren le recordó, con doble dosis de ironía, algo que había escrito años antes el premio Nobel de Literatura chileno: «A los tontos de mi país los hacen con el tiempo embajadores en París». Curiosamente, Neruda era por entonces embajador de Chile en París.
Soren habló de Amado Nervo, el poeta y prosista mexicano («injustamente olvidado»); del compositor del barroco español Cristóbal Galán, maestro de capillas de las Descalzas Reales, deleitándonos con algunas de sus obras; de ‘La púrpura de la rosa’ y Tomás de Torrejón y Velasco, sobre libreto de Pedro Calderón de la Barca; del fallecido catedrático de Gramática Histórica de la Universidad de Murcia José Perona, y de tantos y tantos nombres de oro que Soren liga con verdadera naturalidad a su vida y a sus recuerdos. Dedicó su conferencia a Arancha Fernández-Delgado, misionera murciana en Tanzania, y habló de muchas otras cosas curiosas: del pimiento y su origen americano; de la Inquisición y los problemas que generó a Sor Juana; de los hombres y los conventos, de la belleza de la adorada… Me quedo con una hermosa cita que realizó Soren parafraseando a la protagonista de su conferencia: «El amor más alto no necesita correspondencia». Citó muchas de sus poesías, y también nos ofreció un poema especialmente escrito para esta ocasión. Lo tituló ‘Imitación de Sor Juana Inés’ y dice así:
Rosa, gentileza barroca, en cuyo ser la cuna
alegre y la mansa sepultura unió Naturaleza;
con encendida vida y docta muerte, pétalo
a pétalo te deshojas solitaria en tu vaso
sobre el escritorio. Parecidamente a ti
-recogida tu belleza en la sombra
y para el bien perfumada- quise no
vivir engañado, enseñando a morir.
(Soren Peñalver)
He querido dedicar este post a Soren Peñalver porque siempre es un gusto volver a releer a una de las musas de los poetas del mundo, y a Octavio Paz, el Nobel mexicano, del que este año se celebra el centenario de su natalicio. En ‘Amarás América’ recuerdo el paso de Octavio Paz por España en aquellos años de enfrentamientos sin sentido que han condicionado nuestra historia contemporánea. En ‘El abismo chilango’, la primera parte del libro, dedicada a México, cuento precisamente que el pintor murciano Ramón Gaya conoció en el exilio un México «parcial, marginal y poco visible», como observó el poeta valenciano Tomás Segovia, cuando los ambientes culturales de la capital azteca estaban rebosantes de «dramáticos huéspedes de talento, de grave gente de paso, de desplazados cargados de experiencia y de cultura». En su destierro, coincidió con el poeta y dramaturgo mexicano Xavier Villaurrutia -«(…) Amar es reconstruir, cuando te alejas, tus pasos, tus silencios, tus palabras, y pretender seguir tu pensamiento cuando a mi lado, al fin inmóvil, callas./ Amar es una cólera secreta, una helada y diabólica soberbia (…)»- y con un tiernuelo veinteañero, Octavio Paz, casado ya con Elena Garro. La pareja ejercería de anfitriona en frecuentes convites y coloquios e inspiraría a Juan Gil-Albert los personajes de Edmundo y Virginia que aparecen en su obra ‘Tobeyo. O del amor’, narración sobre la aventura homosexual del alcoyano con un joven en la Sierra Madre del Sur, en Oaxaca. Otro personaje, Bartolomé, está basado en Gaya, y el de Magda, en Concha de Albornoz. Habrá que seguir indagando en las vidas de todos ellos…
Enlace del extracto publicado en el suplemento literario Ababol de La Verdad de Murcia: http://ababol.laverdad.es/libros/5272-la-alegriadel-tropico
Manuel Madrid 10/12/2014