En el descubrimiento de otros mundos lejanos sucede lo mismo que en el amor: uno no puede ser el mismo después de haber viajado a América, como tampoco es fácil acostumbrarse a vivir sin ternura ni pasión cuando ha sido amado. Y este territorio tan estigmatizado, con sus supersticiones y recelos casi genéticos, con esa manera tan pura de concebir la vida y las relaciones entre el hombre, el espacio y la naturaleza, con sus atávicas e inquietantes pugnas y su ambición por cambiar el curso de la historia, no puede ser más encantador. Este viaje por las tinieblas de México, Brasil y Bolivia cambió mi vida. América, con su desbordante realidad, se instaló definitivamente en mi corazón. Y ahí continúa, palpitando como el primer día.
Un proyecto editorial entre dos mundos
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