Dedicado a Reyes y a todos los trabajadores y voluntarios de Proyecto Hombre
He vivido hoy un día de esos en los que uno piensa y siente tantas cosas por dentro… He visitado a los chicos y chicas de la comunidad terapéutica de Proyecto Hombre, en El Palmar (Murcia), a donde he vuelto como les prometí para descubrirles cómo es Bolivia, uno de esos países que a mí más me han impactado. Ha sido una experiencia fantástica, al menos para mí, porque he realizado una proyección de fotografías sobre todos esos lugares de los que hablo en ‘Amarás América’ en el capítulo ‘El beso de la Pachamama’.
Sabéis que el libro no contiene fotografías, pero desde este blog estoy compartiendo con vosotros algunas de esas imágenes que han quedado impresas para siempre en mi retina y que no he querido mostrar en el libro porque prefería que el lector las construyera en su imaginación a base de palabras. En esta charla-proyección sobre Bolivia he hablado de aquella experiencia que nos llevó a Gloria Nicolás y a mí a introducirnos en la cultura aimara de la mano de la hermana Luz Jiménez Quispe y la Fundación Machaqa Amawt’a, institución «capísima», como dicen, y visitar La Paz, los barrios destartalados de El Alto, el municipio indígena de Jesús de Machaca, la aldea de Khanapata, el Titicaca…
A los chicos de Proyecto Hombre les ha fascinado la historia de los Esteban, la familia de constructores de barcas de totora que tienen un museo a orillas del Titicaca; han conocido a Doña Panchita, la señora esponjada y chiquita que al reír dejaba asomar su descalabrada dentadura y que nos perjuró que la humildad y el respeto son las claves para una vida en armonía y que hay que entregar «cada cabello y hasta la última uña para lograr la felicidad»; han podido admirar el Illimani, el nevado con crestas que vigila la ciudad de La Paz con sus 6.492 metros de altitud; y han disfrutado por unos instantes imaginando la pampa machaqueña, donde los yapuchiris, los cultivadores de la tierra de Corpa y otras aldeas, son capaces de hacer pronósticos del tiempo y de las cosechas observando el comportamiento de animales, plantas y astros. Han aprendido a decir en aimara ‘Hola, ¿cómo estás?’ (KAMISAKI), y a dar las gracias (WALIKI). Y han descubierto que los aimaras tienen rituales ancestrales como el de la challa y la rutucha, con el que dan la bienvenida a los nuevos miembros de la comunidad. Aunque queda muy lejos de todos ellos Khonkho Wankane, donde en 2008 tuve la oportunidad de recibir el Nuevo Año Aimara tras el sacrificio de una llama, estos chicos han apreciado que hay otros lugares en el mundo donde la gente vive y sobrevive, sin más, afrontando sus problemas, y que es posible salir con voluntad de todo aquello que nos atormenta. Nunca nadie dijo que vivir es fácil, ni para ricos ni para pobres, pero sí que podemos considerar la experiencia de vivir como la más completa que podemos sentir en este universo donde nos ha tocado estar. Para los aimaras cada segundo es sagrado y yo, a mi manera, he animado a todos estos chicos y chicas de Proyecto Hombre a que aprecien todo lo que tienen, a que se comprometan a cumplir sus sueños, aunque para ello, aunque suene redundante, tengan que quitarse una hora de sueño… Nada me haría más ilusión que Juanfri, Pepe ‘El Bombero’ y tantos otros hombres y mujeres a los que Proyecto Hombre les ha abierto las puertas encaren su presente y su futuro con otra perspectiva, que enfoquen sus vidas en armonía con las personas y con la naturaleza sabiendo que hay que levantarse cuantas veces nos caigamos. Siempre habrá alguien que nos eche una mano, o dos… Hay ojos que lloran lágrimas con forma de relámpago, pero todas las tormentas pasan.
P.D. Me comprometo con ellos a visitarles nuevamente, y quiero agradecerles a todos su participación y su interés en la charla. Gracias por tantas preguntas. Espero que, si tienen curiosidad, se dejen llevar también por México y por Brasil. En la biblioteca de Proyecto Hombre tienen tres ejemplares. Seguro que la lectura les deparará buenos momentos.
P.D. En la comunidad terapéutica de Proyecto Hombre se encuentran hombres y mujeres que están en proceso de rehabilitación por adicciones diversas; el centro de El Palmar tiene capacidad para 35 internos y allí permanecen por 9 meses, conviviendo entre todos como en una gran familia, asumiendo responsabilidades y tareas, encargándose de la comida, de la limpieza, de las habitaciones, haciendo deporte, aprendiendo a proyectar un nuevo escenario vital en el que será fundamental su colaboración y su recuperación. ¡¡¡¡Felicidades a todos los trabajadores de Proyecto Hombre por tanto cariño y empeño en que su labor tenga consecuencias positivas!!!!