En memoria de Abigail, la señora que torraba la farofa

Abigail

Abigail, estarás siempre en nuestros pensamientos. Descansa en Paz. 

«(…) Además de sus cuatro hijos, de lo que más satisfecha se sentía la doctora Neuza Jordao era de IDEAIS, la organización que había concebido para dar oportunidades justo a aquellos que no las tenían. Nuestra relación con ella empezó el primer día que llegamos a Volta Redonda. Almorzamos en su casa, un pequeño chalé en un barrio residencial al cuidado de una señora recia como una oliva negra, Abigail, la cumplida ama de llaves, siempre embadurnada de harina y con las manos en la masa, como diría Joaquín Sabina. Al entrar en la casa no supimos quién era la dueña. Un gentío bullía alrededor de la parrilla y de la televisión, donde estaba a punto de comenzar el partido de fútbol que enfrentaba a Brasil y Ghana en los octavos de final del Mundial de Alemania 2006. Por sus camisetas calamos la devoción por la canarinha. Los únicos que no parecían guacamayos de collar amarillo éramos los dos tímidos murcianitos. El recibimiento fue como un masaje a diez manos. Nos traqueteaban de aquí para allá, nos abrazaban dándonos pequeños estrujones en la espalda y gastaban palabras con una celeridad que tumbaba cualquier tentativa de respuesta. Allí estaba parte del equipo de IDEAIS, los hijos y las hermanas de Neuza, y camaradas del partido y de la Prefeitura. La doctora Neuza estaba picoteando en la cocina, donde Abigail torraba la farofa (1). Nos parecía una proeza que los brasileños mantuvieran intactas sus muñecas; había que tener fortaleza para sostener un vaso de cachaça detrás de otro. Yo no aguantaba ni el segundo asalto. En cuanto veía la botella empinada sentía un terremoto. Mis piernas temblaban con ventear la chacha, como llamaban al aguardiente de azúcar de caña. Desde el primer día me asombró lo bien que aguantaba los tragos la doctora Neuza y la pachorra con la que procedía. La tranquilidad de Neuza, su templanza, era una virtud y para, el ejercicio de la función pública, un seguro. Aquel no era el mejor escenario para empezar a intimar; la euforia por los toques lapidarios de Ronaldo, Adriano y Kaká nos impedía seguir bien el hilo de los coloquios. Cada poco había que brindar y mantenerse erguido era agotador. Si nos sentábamos el soponcio estaba asegurado, así que nos dimos al churrasco y al frango. La cerveza corría como el agua. Más bien al revés (…)».

(1) Farofa: harina de yuca o mandioca tostada.

* Extracto de ‘La curva de los pirilampos’, en ‘Amarás América’, libro de viajes sobre México, Brasil y Bolivia escrito por el periodista Manuel Madrid.

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